Recientemente pude escuchar un fragmento del intercambio entre varios profesores y teóricos sobre los recientes acontecimientos en Cuba. Dos de ellos los ensayistas Rafael Rojas e Iván de la Nuez. El primero apostaba por analizar las visibles muestras de disconformidad por un creciente número de intelectuales, artistas, profesionales de todo tipo, desde el contexto latinoamericano: donde han habido fuertes protestas en Chile, Colombia y Perú en menos de un año.
De la Nuez, sin discrepar abiertamente de esa posición, se inclinó hacia una interpretación poscomunista de este descontento. En ambos casos se asume: o bien Cuba es un estado donde hay una estructura cuya naturaleza es indiferente a la clasificación totalitaria o democrática y lo que importa es la brecha generacional entre la clase política y los jóvenes o-siguiendo el enfoque propuesto por de la Nuez, Cuba debe ser vista en las coordenadas de una sociedad poscomunista, por lo que las protestas recientes serían similares a las de Bielorrusia o Polonia, estas dos últimas atrapadas en dos autoritarismos de diferente orientación internacional.
Es una tentación intelectual acudir a la categoría filosófica de totalidad para explicar determinados acontecimientos. No parece ser posible la historia analizada desde lo singular: de ahí la necesidad de encontrar una totalidad que permita reducir los hechos históricos.
Desde una lógica marxista quizá fue más relevante que entre 2002 y 2005 se decidiera cerrar la mitad o más de los centrales azucareros cubanos y no la redacción de una nueva constitución en 2019. La existencia ahora de una masa de artistas e intelectuales jóvenes inconformes y de no obreros o técnicos es resultado indirecto de aquella decisión política de hacer un ajuste sin privatización, en lo que diez años antes había sido el motor de la economía cubana. Si Cuba pertenece a una entidad cultural llamada América Latina-postulada como cultura propia por Huntington en 1992, lo lógico sería ver lo sucedido como parte de un movimiento similar al experimentado por sociedades de muy débil protección de los derechos humanos como México u Honduras, o abiertamente autoritarias como Venezuela o de crisis de gobernabilidad como Colombia y Perú.
Sin embargo, cuan latinoamericana es Cuba y cuan poscomunista? Un país que entra tardíamente a los espacios de integración soviética, mantuvo sus símbolos nacionales y nombre pre-comunista y sin embargo ha mantenido lo básico del sistema político sovietico en su constitución. Más que el cambio, conviene entonces ver la continuidad.
En Latinoamérica, por otra parte, hubo varias experiencias autoritarias en el siglo XX. Estas lo fueron casi siempre desde una ideología tradicionalista o conservadora. Después de 1954 -caso del derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala- estas ocurrieron como reacción a la guerra fría en general y en particular a la revolución cubana, después de 1959. Lo que ha sido una constante en el discurso cubano, en cambio, ha sido la idea de la revolución y el imaginario nacionalista y de izquierda; algo que en su entorno cultural solo comparte con el Mexico revolucionario del siglo XX y el Paraguay nacionalista del siglo XIX.
De hecho, Cuba está mucho más abierta al mundo de su tiempo de lo que lo estuvo el Paraguay de los Lopez Solano en el siglo XIX o el gobierno de Cipriano Castro en Venezuela; y en el siglo XX la revolución mexicana o el régimen de Juan Domingo Peron. Estos dos últimos posibles precedentes ideológicos de la revolución cubana. Ninguna de estas experiencias, por otra parte, nunca conoció un caudillo que presidiera el país por tan largo tiempo.
Frente a esta tensión en el análisis de lo particular y lo general en el caso cubano queda el permanente deseo de hacer un acercamiento selectivo a estos dos espacios culturales señalados por Rojas y de la Nuez. Cuba rechaza regresar a la OEA en el 2009 a la que contrapone una CELAC hoy casi extinta e insiste en mantener el ALBA, ya sin Ecuador y cada día más irrelevante en términos comerciales para sus miembros. Por otro lado, obtiene su ingreso a la Comunidad Económica Euroasiática y a la ASEAN y solo ha entrado plenamente en el CARICOM.
Los próximos meses, cuando se se reanuden las negociaciones con los Estados Unidos, mostrarán si Cuba ha de volver a la Comunidad Iberoamericana de Naciones-de la que se alejó progresivamente entre el 2000 y el 2007, hasta tener una participación nominal en la misma y si mantendrá el mismo enfrentamiento a la OEA y a la Alianza del Pacifico, como una de las formas en que disputaba la hegemonía regional a los Estados Unidos.
La pertenencia a instituciones no determina la pertenencia cultural ni las influencias que se reciben y se resisten, pero son un indicador de hacia dónde el gobierno cubano quiere inclinar la inevitable integración a uno u otro referente de civilización-utilizando la terminología de Huntington-el gobierno cubano y cómo puede ayudar o entorpecer el esfuerzo de la sociedad civil por recuperar los espacios perdidos.