De camaleones y vergüenzas

Leo con repulsa, pero sin asombro, comentarios en las redes que demuestran la existencia de un perfil que está muy lejos de ese himno chovinista y meloso de Marisela Verena de ¨Nosotros los cubanos¨ que no es más que una imagen distorsionada e inflada de una identidad que es mucho más compleja y difícil de definir.

No somos distintos a ningún otro pueblo que también comparte logros y heroicidades junto con mezquindades y traiciones. Somos seres humanos como el resto. Y si algo nos diferencia es la experiencia de haber sufrido, en mayor o menor grado, la exposición a un sistema totalitario, del cual todos somos partícipes o responsables, aunque nos insultemos al negarlo. Si de similitudes se trata, tenemos puntos de contacto con esos alemanes del Este repletos de victimismo y nostálgicos de paternalismo de estado desencadenando en una frustración que se refleja en el mayor número de agresiones racistas de toda Alemania y en el hecho de que uno de cada cuatro alemanes del Este vota a la extrema derecha neonazi. O quizás a los polacos cuya mayoría de jóvenes aplauden con beneplácito al Partido Ley y Justicia (PiS, en sus siglas en polaco), una formación ultraconservadora, nacionalista y confesional en pleno Siglo XXI europeo.

 Pero a los cubanos se le añade la posibilidad de cambiar de color, una condición adaptativa que hasta ahora se creía única de los camaleones. Así, una recién llegada a Miami confiesa, a las cuarenta y ocho horas de su arribo, que su cabello maltratado con jabón de lavar durante años no tolera otro champú que no sea Thermosilk. O uno que vive en los extrarradios de Madrid sus dos primeras semanas de emigrado incorpora, no los vocablos locales necesarios para la comunicación como maja o vale, sino una imitación ridícula del acento de Sara Montiel en La Violetera. Y un guajiro de Remanganaguas asilado en Kentucky en Junio, celebra eufórico con una barbacoa la independencia norteamericana del 4 de Julio con una profusión de banderitas y gorras estrelladas incluidas, pero sin tener la más mínima idea de la democrática Declaración de Derechos de USA.

 Los cromatóforos que permiten el cambio de color no solo están en lo externo en la piel. Afectan la memoria del cubano y hacen que confabule con facilidad. Fue esta facultad, la que hizo que muchos puertorriqueños hace años llamaran a los emigrados cubanos ¨ la gente del tuvo¨ por aquello de que todos sin excepción tuvieron latifundios, castillos y hasta títulos nobiliarios. Del mismo modo un viejo militante comunista cubano cambia el sentido de su color rojo y lo convierte en republicano de pura cepa y en un patriota guerrerista que grita por intervenciones y por la asfixia de los que dejó atrás.

 Si Fernando Ortiz viviera, haría nuevos estudios sociológicos para ampliar su concepto de transculturación y añadiría a los diferentes niveles de destrucción, supervivencia, dominación, resistencia, soporte, modificación y adaptación de las culturas nativas, los nuevos elementos de desvergüenza, falsedades y estulticia. Son esos los que dividen artificialmente a un pueblo en estratos de odio de acuerdo a si viven o no en el lugar que los vio nacer, al país o ciudad donde se encuentran o a su fecha de emigración, pretendiendo ser mejor que los demás con una actitud que solo nos hace peor a todos.

 Lo que deja el totalitarismo.

 

 

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