Dos economías, un país: ¿qué ha pasado?

La frase ¨Es la economía, estúpido¨ que James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, pegó en un cartel en las oficinas centrales demócratas n 1992 quedó para la historia.

La caída drástica de la economía hace cuatro meses ha visto un récord en restauración de empleos y reapertura de empresas en los últimos sesenta días, influenciando la decisión del electorado. La situación está mal, pero va mejorando sin una fuerte caída del PIB y un cierto crecimiento en empleos. Es una situación similar al 2012, cuando el Departamento de Trabajo anunció que la economía había agregado 201.000 puestos de trabajo en los últimos tres meses antes de las elecciones y catapultó a Barack Obama en su reelección a la Casa Blanca.

En la economía estadounidense ningún indicador económico es el santo grial, pero la mayoría de los expertos coinciden que los datos relacionados con el cambio en el nivel de empleo han tenido una de las correlaciones más altas con el desempeño electoral en el pasado.

Las encuestas, tan criticadas, no estaban tan mal: en septiembre la mitad de los estadounidenses dijeron que veían a Trump como un líder eficaz en la economía, frente al 43 por ciento del lado de Biden. Incluso el conjunto de las encuestas realizadas en octubre mostró que los votantes aprobaban el manejo de la economía por parte de Trump por un margen significativo. Pero le dimos más importancia al carisma, al agrado e incluso al manejo de la pandemia.

Estados Unidos es un país de mayoría religiosa. La última encuesta de Gallup en el 2017 arrojaba que el 87 % cree en Dios. Un 64 % decían estar convencidos de que Dios existe. En el país donde los billetes de dólares llevan la inscripción ¨En Dios confiamos¨, no resulta una casualidad que una gran parte de los votantes consideren la pandemia como un acto divino y no como el resultado de la negligencia del gobierno. La situación caótica con el número de muertos en otros países, la crítica segunda ola de infectados en Europa a pesar de los esfuerzos ingentes de sus administraciones y la propia postura de Trump que nunca asumió la responsabilidad por las 230.000 muertes y apuntó a China (y a los demócratas por cerrar la economía) han sido factores contribuyentes a la opinión pública. En octubre, las encuestas reflejaban que, como promedio, el 50 por ciento de los votantes consideraban que la administración de Trump tenía una gran responsabilidad por la situación. Nada que ver con las encuestas en el primer año de la Gran Recesión, con Obama ya de presidente, donde tres de cada cuatro estadounidenses culparon a George W. Bush del desastre económico.

Hasta el colorido del mapa electoral refleja la percepción del daño económico: los estados de ambas costas han sufrido los mayores embates de la caída de la economía. En California, que también ha sufrido fuegos terribles exacerbados por el cambio climático, la contracción económica ha sido de aproximadamente un 10 % mientras que en Nebraska, Dakota del Sur, Dakota del Norte, Iowa y Utah ni siquiera ha alcanzado el 5 %. Y por supuesto, esa planicie central agrícola recibió amplias subvenciones federales a costa del erario público para paliar el efecto de las políticas de aranceles y aislacionistas de Trump que afectaron la exportación de soja, maíz y trigo. También el desempleo ha sido mucho más insipiente en las grandes zonas urbanas (feudos de demócratas) que en las rurales, donde se concentra el voto conservador.

El impacto demográfico de la economía y el coronavirus también se han hecho ver. Sobran estudios que ofrecen datos muy serios que las desigualdades sociales y de acceso a la salud aumentan el riesgo de muchos grupos de minorías raciales y étnicas de enfermarse y morir a causa del COVID-19. Las estadísticas también muestran que la recesión del COVID-19 ha causado una pérdida desproporcionada de puestos de trabajo para los trabajadores jóvenes, negros y de bajos salarios. Son estos grupos de votantes los que tienden a votar por los demócratas. Su contrapartida, los votantes blancos y de mayores ingresos, tienen más probabilidades de ser parte del electorado republicano favorable a Trump.

Y desde luego seguiremos hablando por mucho tiempo del efecto llamada del populismo nacionalista, del Trumpismo como movimiento que traerá nuevos líderes y de la polarización política.

Pero por ahora, la ola azul no llegó como esperábamos.

Es la economía, estúpido.

Caso cerrado.

 

Articles You Might Like

Share This Article