El día después de mañana

La epidemia del Sars-Cov-2 dejará más efectos negativos para la salud de lo que muchos esperan, pero también abrirá puertas para cambios significativos en la sociedad. Son de esperar secuelas neurológicas y una epidemia de depresión, pero también que haya más respaldo político a la investigación y tratamiento de los virus, así como protecciones laborales, o incluso gente replanteándose irse vivir a lugares cercanos a la naturaleza. La situación puede hasta ayudarnos a combatir el cambio climático.

 

Ya estamos en Enero y dejamos atrás el terrible y apestado 2020. Y hablamos de las vacunas y el final de la pesadilla.

Pero seamos cautos.

La pandemia ha desestabilizado países y sociedades, familias y empleos dejando su huella más terrible en los que menos tienen y en las minorías debido a las disparidades en cobertura de salud y una mayor fragilidad en lo económico. En Estados Unidos una de cada cinco personas ha perdido horas de trabajo o empleo. En España, con una economía donde el turismo tiene un gran peso, los hoteles están vacíos o cerrados. En todas partes, cierran bares, restaurantes  y pequeñas empresas.

Hay varios problemas por delante. El primero es, sin duda, que la vacunación sea masiva para llegar a ese tan deseado ochenta por ciento de inmunidad de grupo. Y lo tenemos difícil hasta que, desafortunadamente, los negacionistas, los antivacunas y demás conspiranoicos se contaminen o cambien su parecer. Y hay que tener en cuenta que, hasta que los países más pobres no tengan acceso a estas vacunas, seguiremos importando y reciclando coronavirus con sus mutaciones (la más reciente variedad anda por Sudáfrica).

No solo el impacto del confinamiento y el distanciamiento social prometen un año económico difícil por el cierre masivo de negocios y la reducción brutal del consumo, también los problemas de salud van a continuar. Ya existe un síndrome post COVID en una parte de la población que ha enfermado donde el cansancio muscular y otros síntomas neurológicos indican meses de rehabilitación y de poca productividad laboral. Esperemos, en breve, una pandemia secundaria de problemas de salud mental con el estrés postraumático y las depresiones encabezando la lista, fruto del distanciamiento social que profundiza en la soledad, del bombardeo cotidiano de información negativa y del duelo ante las pérdidas. Ya han aumentado los incidentes de violencia doméstica y en Wuhan han reportado varios casos de agorafobia.  Ya hay expertos que reportan una mayor exclusión social en los asiáticos en países de occidente por el virus ¨chino¨ y también hay predicciones que también puede aumentar el estigma en los ancianos. Los niños, cuyos cuerpos en su mayoría no se ven afectados por el virus, pueden sufrir un trauma mental que permanece con ellos hasta la edad adulta.

No todo es oscuro. Si algo positivo debe mencionarse de esta pandemia es que puede catalizar un cambio social en varios sentidos.

Hace 30 años un virus, el VIH, nos cambió el comportamiento sexual.  Hoy en día, hacerse pruebas de enfermedades de transmisión sexual y usar condones es algo habitual. Igual que los asiáticos que sufrieron el SARS han incorporado el uso de mascarillas mucho antes del COVID, viviremos en un mundo en que lavarnos las manos finalmente se va a incorporar en la conducta diaria y veremos menos individuos obviando ese paso después de orinar en un baño público.

Desde luego que el COVID ha sido una experiencia democratizadora, afectando a pobres y ricos, al ciudadano de a pie y a senadores. Y son estos últimos los que van a aprobar más fondos para investigación en campos como la virología y la investigación, presionados por los votantes. Esto también lo vimos post VIH, y la explosión de agentes retrovirales y tratamientos más efectivos para el cáncer que tenemos hoy es prueba de ello.  Porque la salud pública va ser el tópico estrella en la agenda mundial por un buen tiempo y nos podemos aventurar a decir que habrá un aumento en el número de estudiantes que se postulan a programas de salud pública. ¿Quién hablaba de RNA y epidemiología en el 2019? Muchos niños de la Generación C van a crecer para convertirse en sanitarios y virólogos.

Es ese aumento de la conciencia pública el que va a fomentar cambios desde políticas laborales más justas que protejan ante la enfermedad hasta la demanda de un sistema de atención médica estable e igualitario. Y en otras áreas tan simples como quedarse en casa al estar enfermo y hacer teletrabajo en vez de contaminar a toda la oficina.

En España, Aldeas Abandonadas (página web inmobiliaria de propiedades en pequeños pueblos y núcleos rurales) se ha visto desbordada con solicitudes en los últimos meses. Vivir en el campo se ha vuelto más atractivo y desde luego, más sano. Son estas cosas, unidas a una mayor alerta del peligro de las zoonosis, de la necesidad de cuidar el entorno animal, las que pueden tener un impacto positivo en la lucha contra el cambio climático.

Quizás podamos imaginar un futuro mejor, más allá del catastrofismo y el rosario de desgracias que son el pan nuestro de cada día en las redes sociales y los medios de comunicación.

Quizás aumente la cohesión social ahora que echamos de menos un abrazo, a pesar de los infelices que se refugian en conspiraciones para aliviar sus miedos.

Como cantaba Mercedes Sosa. ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.

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