Salud mental: el odio NO es cariño, y que me perdone Félix B. Caignet

He recibido mensajes por privado de amistades dejándome saber que se sienten extenuados con la perenne discusión polarizada en los medios de comunicación y en las redes sociales. Me hablan de un estado constante de mal humor y de incluso verse inmersos, en contra de sus deseos, en una respuesta agresiva que los ha hecho proferir insultos y groserías que los igualan a los que los provocan. Y hacer esto los hunde en la tristeza y finalmente en la pereza. Y es que en estos meses de distanciamiento social, de confinamiento, de teletrabajo o el paro laboral nos hace pasar mayor tiempo husmeando en la tele, la radio y las redes sociales.

Ya habíamos dicho, en un artículo previo que el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales a amenazas reales o percibidas y, en muchas ocasiones, cuando nos enfrentamos a la incertidumbre o lo desconocido.  Y esta pandemia de COVID-19 reúne todos los requisitos ya mencionados.

Sobran referencias de que la pandemia está provocando problemas de salud adicionales como estrés, ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, negación, ira y miedo a nivel mundial. Las preocupaciones colectivas influyen en los comportamientos diarios, la economía, las estrategias de prevención y la toma de decisiones de los responsables políticos, las organizaciones de salud y los centros médicos, lo que puede debilitar las estrategias de control de COVID-19 y generar más morbilidad y necesidades de salud mental a nivel mundial.

No es un secreto que la pandemia de COVID-19 y la recesión económica resultante han afectado negativamente la salud mental de muchas personas y han creado nuevas barreras para aquellos que ya padecen enfermedades mentales y trastornos por uso de sustancias. En una encuesta de seguimiento de la Kaiser Family Foundation (KFF) realizada a mediados de Julio, el 53% de los adultos en los Estados Unidos informaron que su salud mental se ha visto afectada negativamente debido a la preocupación y el estrés por el coronavirus. Esto es significativamente más alto que el 32% informado en Marzo, la primera vez que esta pregunta se incluyó en la encuesta de KFF.  Entre las respuestas y/o síntomas más comunes están la dificultad para dormir (36%) o para comer (32%), aumentos en el consumo de alcohol o de sustancias (12%) y empeoramiento de enfermedades crónicas (12%), todas debido a la preocupación y el estrés por el coronavirus.

Durante cada crisis comunitaria, las personas suelen buscar información relacionada con los eventos para mantenerse informados sobre lo que está sucediendo. Sin embargo, cuando falta información de los canales oficiales o se difunde irregularmente, la gente puede estar negativamente expuesta a información engañosa en las redes sociales y los medios de comunicación. Por ejemplo, en un estudio realizado sobre el encierro de una universidad después de un incidente con un tirador en los Estados Unidos, los sujetos que recibieron información contradictoria sobre el encierro reportaron un nivel de angustia mucho mayor que a la propia exposición al acto violento cuando confiaron en lo que leyeron.

O sea si te mienten y te dan información discordante, te puede generar ansiedad y malestar. Pero ¿Qué pasa con el discurso de odio, si escuchamos o leemos insultos constantes y groserías sin ton ni son?

Sencillamente se puede generar agotamiento y depresión. Como le ha pasado a mis amigos que me han consultado.

El Síndrome de Agotamiento (Burnout) es un cuadro psicológico que surge como una respuesta prolongada a factores estresantes interpersonales crónicos. Y aunque ha sido descrito en el ámbito laboral, también puede darse en otros contextos, como el de una madre joven e inexperta afrontando sola la crianza de dos niños pequeños. En  el ¨burnout¨, las tres dimensiones clave de esta respuesta son un agotamiento abrumador, sentimientos de cinismo y desapego, y una sensación de ineficacia y falta de realización, involucrando la concepción que la persona tiene de sí misma y de los demás.  A medida que los  recursos emocionales de la persona se agotan para tratar de hacer frente a situaciones desafiantes, como demandas abrumadoras, conflictos o falta de apoyo, disminuye su sensación de bienestar y su capacidad para cuidar de sí mismo y de los demás.

De hecho, y debido a la relación entre el síndrome de agotamiento y la depresión, las investigaciones muestran que las personas que lo sufren experimentan niveles más altos de conflicto entre el trabajo y la vida. Es posible que descubran que tienen menos paciencia para interactuar con familiares y amigos al final del día y se frustran con ellos más fácilmente, un problema que se ve agravado por la actual crisis de Covid-19, y que vemos en las redes sociales a diario. Esto puede llevarnos a sentimientos de culpa y hasta de pérdida, con la separación de antiguos afectos por discusiones airadas en las redes.

Y son precisamente las redes sociales las que pueden usarse como un ¨barómetro¨ para medir la presión de emociones, comportamientos y actitudes, pero también síntomas de enfermedad mental. Varios estudios han demostrado que los datos de las redes sociales pueden ayudarnos a inferir y comprender los estados psicológicos y de salud mental de los individuos y las comunidades, como los relacionados con la depresión y los trastornos del estado de ánimo, la ideación suicida y el estrés postraumático. En trabajos de investigación también se han utilizado las redes sociales para analizar los rasgos de personalidad y su relación con el bienestar.

En nuestro clima sociopolítico actual, impredecible y que provoca miedo, somos más susceptibles a la fatiga o agotamiento político, que ocurre cuando las agendas o políticas (es decir, supresión de votantes, recortes, violación de principios democráticos, iniciativas antiinmigrantes y anti-LGBTQIA) crean una sensación molesta de desesperanza en lo que respecta a la eficacia de la acción política. Puede provocar ira, ansiedad, confusión, frustración y miedo a un mundo inseguro, lo que, desde luego, afecta nuestra salud y bienestar físico, emocional y psicológico.

La doctora y educadora Irene Greene, va aún más lejos y habla de Fatiga de Opresión. Es el pesado cansancio que sobreviene de estar oprimido – el agotamiento emocional, psicológico, espiritual y físico que proviene de soportar micro y macro agresiones diarias de violencia personal y colectiva, rechazo, inequidades, discriminación, invisibilidad e injusticias causadas por el sistemática privilegio de un grupo (s) sobre otro (s) grupo (s). ¿Qué te parece?

Muchos investigadores han estudiado el discurso de odio a través del modelo de reacción a la crisis para encontrar que muestra consecuencias de sentimientos (afecto), pensamientos (cognición) y acciones (comportamiento) en tres fases similares a otros eventos traumáticos graves. O lo que es lo mismo: ante el lenguaje de odio se experimentan síntomas psicológicos similares al trastorno de estrés postraumático, como dolor, miedo, ansiedad, pesadillas y pensamientos intrusivos de intimidación y denigración.

Sobran referencias en todo el mundo que asocian el discurso de odio en línea con un aumento global de la violencia contra las minorías, incluidos tiroteos masivos, linchamientos y limpieza étnica. Para colmo de males, las políticas utilizadas para frenar el discurso de odio corren el riesgo de limitar la libertad de expresión y se aplican de manera inconsistente en todas partes.

Ansiedad, disociación, insomnio, pesadillas, una sensación de desesperanza e impotencia y una actitud negativa persistente están relacionadas con el Síndrome de Agotamiento, la fatiga política y el lenguaje de odio.

La conclusión evidente es que, en general, ver imágenes agresivas con frecuencia y leer historias de tragedias generalizadas, escuchar o leer insultos e información contradictoria pueden provocar agotamiento emocional, al tiempo que influyen en las personas para que se vuelvan apáticas, insensibles, cínicas y resistentes a ayudar a los demás. El discurso de odio afecta a todos, socava la dignidad humana y puede tener efectos graves en la salud mental de las personas. También puede conducir a la violencia, el extremismo y divide a las sociedades.

Por eso no es como cantaba Félix B. Caignet, el genio creador de las telenovelas: ¨el odio es cariño, no me cabe duda…¨

 

Referencias

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