Entre dos aguas: el futuro es viral a ambos lados del Atlántico

Con la caída progresiva del número de contagios en Estados Unidos y en varios paises europeos como España, muchos empiezan a entonar himnos de triunfo. Victoria pírrica que ya va por medio millón de muertos en Estados Unidos y una masiva destrucción de empleo y cierre de negocios en España.

En la península hasta la estupidez brota con fuerza de la boca de algún político que quiere salvar la Semana Santa como preservaron la Navidad en Diciembre, goleando una tercera ola de infecciones que ha repletado las unidades de cuidados intensivos en los últimos dos meses. Porque la muerte de Jesús en tierras españolas se conmemora con saetas y procesiones pero también con vino y juerga. Nunca mejor dicho aquello de ¨el muerto al hoyo y el vivo al bollo¨. La misma filosofía de las fiestas clandestinas y las manifestaciones sin mascarillas y hombro con hombro.

La realidad es que hay que ser cautos.

Aun con los loables esfuerzos por acelerar la vacunación masiva, es poco probable que se pueda restaurar la normalidad (léase la vida que teníamos en 2019)) en la cercana primavera. De hecho, los expertos temen que la pandemia pueda empeorar mucho más a corto plazo, porque han comenzado a circular por ambos lados del Atlántico variantes del virus que son más contagiosas o resistentes a las vacunas que la versión original. El daño que causarán esas variantes aún se desconoce aunque la buena noticia es que, incluso con estas variantes, las vacunas existentes parecen reducir el riesgo de complicaciones graves.

Lo más atinado es ir a recorrer las estaciones (así se le dice al rezar ante cada uno de los quince pasos del Vía Crucis reflejados en las paredes de la iglesia) con mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad. O alguna pequeña reunión en casa en la terraza con iguales medidas de protección y preferiblemente vacunados.

El verano probablemente nos permita algún viaje doméstico, más restaurantes, conciertos no multitudinarios marcando distancias y pasarnos el día en la playa pero nada del hacinamiento tipo Benidorm o Miami Beach. Porque habrá más gente inmunizada pero no estaremos exentos de riesgo de nuevas mutaciones llegadas desde paises pobres con escasa vacunación. Y el regreso a los meses más fríos marcará la misma predisposición al coronavirus que hemos tenido durante años al virus de la gripe.

Epílogo

Más allá del próximo invierno, las predicciones de los expertos son afortunadamente simples: la vida en los meses más cálidos del 2022 debería ser cercana a lo normal, a lo que llamaremos la era pospandémica: El virus seguirá existiendo y como la gripe, circulará contento cada año principalmente en el invierno; requiriendo vacunación al menos para los grupos de más riesgo. Algunas personas todavía morirían de COVID-19, pero la situación no volvería a descontrolarse.  El idílico escenario que algunos expertos en salud pública han etiquetado #ZeroCOVID es una falacia.

Y quedarán no sólo las secuelas físicas que ya hacen sus estragos en algunas personas o las económicas que tomarán por lo menos un par de años para recuperarse. Permanecerá entre muchos de nosotros esa sensación tan humana de miedo sin la amenaza de un daño ya pasado. Algunas personas volverán a tener miedo del transporte público, los cines o los bares. Otros tendrán miedo de socializar o de estar solos. Es la memoria postraumática que nunca falla.

Y a ambos lados del gran charco nos veremos cómo los asiáticos que llevan años usando mascarillas después de su experiencia con el SARS, ese primo lejano del coronavirus que ahora vive entre nosotros.

Eso si no hay una zoonosis nueva, resultado de robarle a los animales su territorio y que los infelices invadan las ciudades buscando comida. Las enfermedades transmisibles comunes al hombre y a los animales llevan registrando altas tasas de incidencia desde la época de ¨las vacas locas¨. Eso es un hecho.

Sigan creyendo que el chicharrón es carne.

 

 

Articles You Might Like

Share This Article

More Stories