Karla

Mi padre se fue de Cuba en 1993. Yo tenía 8 años. Mi madre se fue de Cuba en 2004, yo tenía 19 años. Ninguno de los dos, cada cual por sus propias razones y circunstancias, ha regresado. Primero porque no pudieron hacerlo. Luego, porque no quisieron hacerlo– que también es otra forma de no poder- .

Mi padre no volvió a ver a su padre – a mi abuelo paterno -. Cuando este estaba en las últimas, decidieron pactar una tregua, y despedirse por medio de una llamada telefónica. A pesar de la relación bien compleja que tuvieron durante sus vidas, incomunicados luego por mas de 20 años, en ese último momento, se reconciliaron, se dedicaron cariño, se hablaron de padre a hijo. No resolvieron nada, pero al menos se entendieron y se aceptaron.

Mi madre tampoco volvió a ver a su madre – mi abuela materna-. Los efectos del Alzheimer terminal le impideron tener esa última llamada. Su relación fue muy cercana, pero despues del 2004 casi no se hablaron. En aquella epoca no había internet en Cuba, y las llamadas eran pocas, y caras. Luego, llegó la enfermedad, y no había –ni hay -tecnología posible que permitiese comunicarse con la mente de mi abuela. Ella falleció en 2012, y con ella- asumo- también un pedazo de mi madre.

Uno podría pensar que esas historias serían cosas del pasado. Sin embargo, no es completamente así.

En los últimos años, se ha permitido la entrada de los cubanos a los hoteles, la tenencia de celulares, la compraventa de casas y carros, los negocios privados, e incluso el internet. Si, ninguna de esas cosas, así como otras muchas, podíamos hacerlas en nuestro propio país, y ya estaba transcurriendo el siglo XXI. Parece que sucedió hace mucho tiempo, pero estamos hablando de transformaciones que comenzaron hace menos de 15 años, o de algunas otras de hace mucho menos tiempo.

La mayoría de los cubanos que vivimos actualmente en el país, hemos sido partícipes de ese proceso de transformaciones socio-económicas. Se podría decir, por tanto, que el cambio vive en nosotros, o que somos nosotros mismos.

Esto significa que la realidad que nos rodea es consecuencia de quienes somos, de como nos expresamos, de lo que queremos. Y que es, por tanto, una realidad modificable. A veces se requiere mucho esfuerzo, muchas ganas, muchos ejemplos; a veces se lleva a mucha gente por delante, rompe amistades, crea debates… pero a pesar de todo, ha quedado demostrado que es posible.

En la Cuba que yo aspiro a vivir, con el resto de mi familia, amigos e hijos –si es que me llegan- no debería prohibírsele la entrada o la salida a ningún ciudadano cubano de manera discrecional, sin la aplicación de un juicio público, un juicio que cumpliese con las adecuadas garantías procesales. No debería negársele el abrazo a una madre, a un familiar, a un amigo, solo por la valoración que de determinada información hacen determinados funcionarios; una información que además no es pública, que no se comparte, de la que a la ciudadanía solo nos llega una pequeñisima parte, y que siempre nos la presentan bajo el escenario y las condiciones de la “plaza sitiada”.

No debería “regularse” – impidiendole la salida del país- a una persona sin mediar una sentencia judicial, sin existir una causa demostrada públicamente ante los tribunales. No debería utilizarse la frontera, y de pasos nuestros derechos como ciudadanos cubanos, a conveniencia de una dinámica política. No se deberían reeditar las experiencias de José María Heredia, José Antonio Saco, Felix Varela o de José Martí.

Mis padres, desde hace ya un tiempo, pueden regresar a Cuba, pero no lo hacen. Les debe significar demasiado dolor, demasiados traumas, o quizás demasiado esfuerzo para tan poco beneficio espiritual. Como ellos, conozco a otros cubanos que tampoco quieren poner un pie de nuevo en su tierra. Eso es bien triste. También conozco a muchos otros que desean irse a la mas mínima oportunidad, a pesar del impacto que eso pueda significar para sus familias o para sus propias vidas. Como hicieron otros muchos antes que ellos. Como hice yo mismo una vez. Eso, es mas triste todavía.

La emigración, los problemas económicos, los enfrentamientos políticos, y el resto de fenómenos sociales, son cuestiones globales. Patria es Humanidad, pero este es el país en el que nací y donde deseo morir. Por tanto, esta es la realidad en la que mi voz tiene mayor coherencia, en la que mis actos tienen mayor valor, y en la que mis preocupaciones tienen un mayor impacto.

En la Cuba que yo aspiro a vivir, las historias de mis padres no deberían repetirse… y la de Karla tampoco.

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