Tal vez necesitemos nuevas explicaciones para entender por qué hay personas que se mantienen totalmente fijadas a teorías disparatadas, al autoengaño y que aceptan mentiras para resolver angustias interiores. Estamos viviendo una especie de intoxicación conspirativa en las redes y donde resulta inútil debatir contra las ideas delirantes.
En los últimos meses e incluso años hemos visto cómo en las redes sociales han crecido como la espuma muchas teorías conspirativas, esas creencias elaboradas más allá de los hechos y datos comprobados empíricamente que pretenden conseguir la manipulación de los acontecimientos para conseguir sus objetivos, siempre de espaldas a la opinión mayoritaria. Los que se ven abducidos por estas teorías sufren repercusiones negativas que van desde rechazar beneficios como las vacunas, hasta correr riesgos como negar la pandemia y no usar mascarillas, pero sobre todo provocan un marcado rechazo social que incluye críticas y burlas de todo tipo.
Se ha intentado explicar las razones que hacen que estos sujetos adopten las teorías conspirativas a partir de diferencias a nivel perceptivo que les hacen más proclives a aceptar fenómenos sobrenaturales o patrones ilusorios. Otros han hablado de una necesidad en estas personas de sentirse distintas y de llamar la atención, unida a la búsqueda de una explicación a un fenómeno que les genera incertidumbre. Esto último sería una explicación factible para todas esas teorías disparatadas del origen y existencia del coronavirus ante una pandemia que ha generado incluso perplejidad y dilemas en la propia comunidad científica.
Pero quizás la mejor explicación del porqué (ante hechos y razones de todo tipo) hay personas que se mantienen totalmente fijadas a explicaciones disparatadas fue la que dio Festinger en 1957 con su teoría de la disonancia cognitiva. Básicamente crees en algo y aparece información que te contradice tu creencia, lo cual te genera ansiedad y malestar: una disonancia en lo que crees que conoces. Y tu conducta es el autoengaño, o sea aferrarte a aceptar una mentira como verdad para resolver esa angustia interior.
Así vimos, en estas últimas elecciones, cómo las repetidas historias de fraude electoral se mantenían intactas por más recuentos que se hicieran, por más que se refutaron las demandas legales (muchas de ellas frente a jueces conservadores) por supuesto, incentivadas por el expresidente Trump.
Las incoherentes teorías de cómo se podía modificar el conteo de votos electorales, el supuesto elemento inconstitucional de que el exvicepresidente Pence podía cambiar a su antojo la ratificación de ese voto, se vieron desinfladas el pasado día 6 de Enero. Y eso que se trató de subvertir de modo violento los resultados reales.
Confieso que pensé que los rumores conspiratorios se irían apagando progresivamente mientras nos acercábamos a la inauguración de la nueva administración. Sin embargo, estoy leyendo comentarios y publicaciones que hacen palidecer todo lo que hemos visto recientemente.
La facebunauta Galia de Miami explica que “una nueva república llegará por el poder de los militares el 4 de marzo, día oficial de la constitución de 1776 y será jurado el presidente electo por el pueblo, Trump”. La susodicha está orando para que los militares arrasen con el “estado profundo”.
El muro de Chanda Morse, residente de Vacaville, California, está plagado de interpretaciones simbólicas del color del vestuario de algunos participantes de la inauguración. Chanda, que se autodefine como ¨herbalista y pensadora crítica¨, nos alerta: “Elegir a Lady Gaga para cantar el Himno Nacional fue una decisión intencional y adecuada para el ritual de inauguración de hoy. Para aquellos de ustedes que todavía no lo entienden… están gobernados por el mal. Y en este punto no solo no lo están ocultando… se están burlando de nosotros empujándonos directamente en la cara. Gaga es tan demoníaca como parece”. Y más adelante continúa con un despliegue de fotos de Hillary, Kamala, Michelle y Amy Klobuchar: “TODO lo que hacen es un ritual. La tradición de que el presidente escriba una carta al POTUS entrante se describe incluso como el “último ritual de información privilegiada”. La mujer de este capítulo se describe como “vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro, piedras preciosas y perlas, y tiene en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación” (versículo 4). Debido al color de su ropa, también se la conoce como la mujer escarlata del Apocalipsis. El púrpura / escarlata y el oro es el grado más alto de masonería (33º) y también los colores de los jesuitas. Se eligieron el rojo y el azul (los colores del falso paradigma político) porque no solo hacen púrpura cuando se combinan, sino que son el color de las dos logias masónicas.
No es que Chanda le está dando unas ideas maravillosas al escritor de best sellers de ficción Dan Brown. Sencillamente, ella cree firmemente en todo esto.
Podría llenar este artículo con ejemplos. Y como psiquiatra ya no me alcanza la disonancia cognitiva para explicar lo que está sucediendo.
Desde luego que las aseveraciones de Chanda, Galia y otros tantos son fácilmente identificables como ideas delirantes. Estas ideas se definen como una creencia falsa basada en una inferencia incorrecta de la realidad, que es firmemente sostenida por el sujeto, a pesar de que los demás crean lo contrario (ordinariamente no es aceptada por otros miembros de la subcultura o cultura a la que pertenece el sujeto) y de que haya pruebas o evidencias incontrovertibles de su inconsistencia.
Y en Psiquiatría existe una patología con relativa buena conservación de la personalidad donde la persona trabaja, socializa y funciona bien en general pero mantiene un sistema delirante crónico, irreductible a la lógica: la Parafrenia.
Si, amigos. En la parafrenia hay una gran riqueza incontinente de la imaginación y un pensamiento paralógico, sin llegar a demenciarse. A veces el sistema delirante es de tipo megalomaníaco como nuestro famoso “Caballero de París” y otras veces, toma un carácter confabulatorio o fantástico con mentiras con total indiferencia emocional a la confrontación. ¿A qué se te parece?
Estoy por pensar que igual que la histeria colectiva que se llamó el Baile de San Vito y surgió ante el miedo a la peste en la Europa del siglo XVI, hoy estamos asistiendo a una intoxicación conspirativa en las redes. Toda una suerte de Parafrenia Colectiva fruto de verdaderas cámaras de eco donde los conspiranoicos se retroalimentan con medias verdades, noticias falsas, imágenes manipuladas, vídeos risibles, y fantasías de todo tipo.
¿Estamos ante gente enferma? Ustedes tienen la palabra.
Pero este es mi consejo: Nunca se rebate una idea delirante. Por eso es una pérdida de tiempo discutir con estos supuestos parafrénicos ni intentar hacerles ver su error. Confieso en que, al encontrar poco eco y al avanzar los hechos en dirección contraria, se extingan por sí solos. No hay otra.
Lo que trajo el barco.