Presidente por un solo término

La presidencia de Donald Trump tiene pocos precedentes o puntos de comparación en la historia política norteamericana. Su desdén por las normas políticas y el decoro de la presidencia, su estilo demagógico y combativo a toda costa, sin respeto por los aliados u opositores o inclusive la verdad y su ego desmedido que ponen sus intereses personales por encima del país lo convierten en un presidente sui géneris, ya clasificable para muchos como el peor de la historia de EEUU.

Y sin embargo, hay curiosos paralelos en su gestión con otro presidente, aunque estos paralelismos sean opuestos no solo en afiliación política sino también en carácter: nada menos que Jimmy Carter.

Una de las excusas que usan ciertos defensores (entre los más moderados) de Donald Trump es que no ha comenzado ninguna guerra. Y es cierto que se ha desmarcado de la política intervencionista/guerrerista de EEUU en las últimas décadas. ¿Quién fue el último presidente que pudo mencionar como uno de sus mayores logros: “no lanzamos ninguna bomba, no disparamos una sola bala”? Jimmy Carter.

A falta de logros políticos internos debido a su falta de visión y su alocada idea de tratar de gobernar un país con el autoritarismo conque dirige una compañía, Trump se ha visto reducido a buscar éxitos en la política exterior. En los últimos meses anunció a bombo y platillo un plan de paz entre los Emiratos Árabes e Israel, que ha sido generalmente recibido como insuficiente, comercialista y con pocas consecuencias prácticas. En esto también evoca aunque no puede contrastar más con Jimmy Carter, cuyo máximo logro en política exterior fue el acuerdo de Camp David en 1978 que logró la paz entre Egipto e Israel. Camp David es hasta el día de hoy una de las mayores garantías de paz en la región y los que caricaturizan a Carter como débil ignoran u olvidan la determinación y entereza necesarias para sentar a Begin y Sadat en la mesa de negociaciones. No ha habido hasta el día de hoy otro logro equivalente en el Medio Oriente, no el malogrado acuerdo de Oslo promovido por Clinton y mucho menos los risibles esfuerzos de Trump.

Otro paralelo discordante en política exterior se encuentra en el tratar de conseguir la normalización con Corea del Norte. Trump, con precipitación irresponsable y sin aptitud para la diplomacia, logró poco más que dos reuniones que más bien fueron oportunidades para tirarse fotos. Carter, por su parte, fue el verdadero artífice de la normalización de las relaciones con China. Aunque fue Nixon quien primero visitó al gigante asiático en 1972, fue Carter en 1979 quien junto a Deng Xiaoping sentó las bases para la relación política y comercial entre EEUU y China que cambiarían la historia de ambos países.

Y por supuesto los cubanos le debemos una deuda histórica a Carter, quien abrió las puertas de EEUU a más de 125,000 compatriotas durante el Mariel, muchos de ellos reuniéndos con familia que no veían por dos décadas. En esto también contrasta con Trump quien no ha hecho otra cosa que obstaculizar las libres relaciones de las familias cubanas, incluyendo viajes, remesas y la virtual suspensión del programa de reunificación familiar.

Trump será recordado más por sus numerosos fallos que por sus pocos éxitos. El más estrepitoso y que casi con certeza le va a costar la reelección, es su desastrosa gestión de la crisis del Covid-19, que ha avergonzado a EEUU a nivel mundial y bordea en lo criminal, con más de 200,000 fallecidos. Carter también es recordado por su mal manejo de dos crisis: la del petróleo y la de los rehenes norteamericanos en la embajada en Teherán. Al igual que Trump, Carter terminó su primer período presidencial con un pésimo porcentaje de aprobación pública. Carter es considerado un presidente bajo promedio por los historiadores, sin embargo su labor humanitaria luego de la presidencia le ha valido aclamo casi universal, cosa que es muy dudosa que ocurra con Trump.

Me atrevo a decir que hay una coincidencia antagónica más entre Trump y Carter. Ambos fueron/serán presidentes por un solo término..

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