¿Qué se ha definido como un “conservador”? Este concepto tan popular y, a la vez, polémico. El debate puede verse en los Estados Unidos en torno a la aparición relativamente reciente de derechos que no estaban establecidos en la constitución norteamericana y que han sido resultado de decisiones de la Corte Suprema: aborto, matrimonio homosexual y más recientemente el consumo y producción de marihuana. También el de poner en un estatus jurídico inferior a los inmigrantes indocumentados, pensemos en el caso de los menores detenidos y separados de sus padres. Y en no menor medida, la polémica desatada acerca de monumentos de significado religioso, el más reciente, pero no el único, las estatuas de Junípero Serra. Hace unos años atrás una corte determinó que un monumento a los Diez Mandamientos debía ser removido. Entre los cubanos de ambas orillas, este debate se está sintiendo con tanta fuerza que hasta un escritor exiliado, Orlando Luis Pardo Lazo, ha llegado a insinuar en uno de sus cuentos que quizás preferiría el sistema político actual cubano a un eventual triunfo de la “izquierda” representada por movimientos como el Black Lives Matter.
Si rastreamos un tanto la historia de este debate podemos ir tan atrás como Guizot- el pensador y ministro que dictara una orden de arresto contra Carlos Marx, exiliado entonces en París y que aún no había redactado su Manifiesto Comunista– que entendía a la civilización europea hoy, diríamos con más propiedad occidental- como el equilibrio entre autoridad y libertad. El siglo XX alteró los fundamentos de este debate. A tal extremo que ya en 1930 Ortega y Gasset señalaba la paradoja de que “la izquierda promete dictaduras y la derecha revoluciones”. El pasado siglo, salvo excepciones, no se caracterizó por la abundancia o al menos la difusión de claridad conceptual tan necesaria para un siglo convulso y genocida. Aunque esto no es ni de lejos un intento de acercarme a este problema, pretendo al menos dejar aquí algunas impresiones.
El conservadurismo como doctrina filosófica -y no como actitud social de rechazo a las “novedades”- sería, siguiendo a Guizot, aquella posición que establece como prioridad en los valores la autoridad sobre la libertad. En este sentido y por contraposición serían liberales Kant y Hegel, solo para poner dos egregios ejemplos del campo filosófico frente a la autoridad de Aristóteles o de los Padres de la Iglesia. Lo serían también Saco, Varona y Martí pese a que difirieron en el apoyo a la independencia. El caso del Padre Varela sería complejo de analizar y a primera vista podría verse como una figura intermedia entre ambas posiciones. Así sucedería con otras importantes figuras políticas cubanas del siglo XIX.
En Estados Unidos, la autoridad reconocida por los conservadores es el pensamiento de los Padres Fundadores y el protestantismo de los colonos que arribaron al país en el siglo XVII. Aunque en esta misma época ya existía una colonia católica-Maryland- hasta el comienzo del siglo XX, ser católico y judío tenía la valoración social-no jurídica-que puede tener hoy en día y se asemeja un tanto al que puede tener hoy un musulmán.
Sin embargo, al interior de las ideas sostenidas por los conservadores norteamericanos de hoy late esta contradicción. Voy a señalar el caso más dramático: el derecho a portar libremente armas. Si retrocedemos al contexto de la segunda enmienda, existía un estado que no tenía un ejército permanente, una realidad diametralmente opuesta a la actual. Ahora bien, sólo una minoría casi insignificante dentro de los que comprar armas en este país, lo hace con el objetivo de constituir una milicia en caso de guerra-más bien estas milicias son una nostalgia de ejércitos confederados, ya que ahora contamos con el ejército permanente mejor dotado en recursos del mundo. Se ha entendido esta libertad de la constitución como derecho a portar armas que durante siglos fue privilegio de la aristocracia. La opinión al uso entre los conservadores es la de no poner traba alguna al ejercicio de ese derecho, no hay apelación alguna a la autoridad. La naturaleza del problema exige un manejo de la sutileza que se echa de menos en los debates de ventana de café que muchas veces son llevados a los medios de difusión masiva, los tradicionales y los nuevos.
De ahí que cuando escucho la identificación del liberalismo norteamericano con el socialismo la recibo con una sonrisa irónica. Pues si originariamente socialismo y libertad eran doctrinas afines con el cuestionamiento de la autoridad, este rechazo que paulatinamente se convirtió en la entronización de una nueva autoridad-la de ideólogos como Marx o de un partido identificado como vanguardia de una clase o de una clase identificada como vanguardia revolucionaria de una sociedad. ¿A cuál de los dos momentos del socialismo se refiere esta identificación? Similar confusión parece haber en el bando conservador sobre el significado de la autoridad, pero ni esta pregunta ni la anterior puede ser contestada en este espacio. Queda aquí solo cumplido mi propósito de señalar esta confusión.