En las últimas semanas el debate sobre el voto Latino en la Florida, y en general, en los EE. UU., se ha intensificado gracias a los pronósticos electorales. Aún cuando sabemos que el voto Latino no es monolítico, no es menos cierto que su comportamiento puede presentar posiciones más cohesionadas, reflejando los intereses comunes entre los distintos subgrupos que componen al segmento demográfico Hispano/Latino.
La categoría Hispano/Latino ha estado históricamente asociada a mexicanos, puertorriqueños y cubanos, en principio, con una representación menor de países Centroamericanos y del Caribe, además de Sudamericanos. El crecimiento de la categoría ha sido de tal dimensión, que es en la actualidad la primera minoría, por encima de la población Afroamericana, tanto así que en la última década (entre el 2010 y el 2019), la población de origen latino contribuyó con un poco más de la mitad (52%) del total del crecimiento demográfico experimentado en los EE.UU.
En este escenario, la competencia electoral se ha vuelto, no solamente más diversa, sino más compleja. Las estrategias electorales deben ampliarse con mensajes específicamente confeccionados para los distintos subgrupos demográficos: mexicoamericanos, puertorriqueños, cubanoamericanos, como grupos predominantes. Sin embargo, el problema no es solamente el diseño de una estrategia que considere las diferencias demográficas entre los subgrupos, sino que internamente, cada uno presenta comportamientos diferenciables que, a pesar de no ser monolíticos, pueden unificarse dependiendo de los issues (asuntos). La economía, la seguridad social, y la salud, son asuntos que generan posturas más similares entre los subgrupos.
Por otra parte, para poder diseñar estrategias políticas diferenciadas es importante establecer el comportamiento de las subcategorías identificadas. El voto Latino entre los distintos grupos demográficos responde a diferentes intereses, de modo que la intención de voto no es uniforme, tal como lo señala Stephanie Valencia, de Equis Research. Una de las variables más importantes en la determinación de los escenarios electorales es género, que en la actual contienda electoral nos muestra al hombre Latino inclinándose más hacia Trump, mientras que la mujer Latina manifiesta preferencia por Biden por un amplio margen (este es un rasgo que podemos observar específicamente en electores puertorriqueños).
Sin embargo, esto no es suficiente para deconstruir el voto Latino en su totalidad, porque además debemos reconocer las diferencias generacionales de los subgrupos, donde el voto de un Latino no nacido en los EE. UU. puede variar del voto de uno nacido aquí, sumando otra característica al análisis de la dinámica electoral, lo que nos lleva a una subsecuente diferenciación: el nivel educativo: secundaria, no-universitario y universitario. La categorización se amplía cuando los clasificamos según su filiación ideológica: Republicano (conservador) o Demócrata (liberal). Todas estas consideraciones forman parte del diseño de cualquier estrategia electoral en los EE. UU. que en los Latinos se ve ampliada por los distintos orígenes nacionales reunidos dentro del mismo grupo demográfico.
Consideradas las motivaciones para participar, el género, las brechas generacionales, la educación, y las razones ideológicas, resulta importante cruzar la identidad religiosa con el resto de las variables, habida cuenta de la relación que puede tener con la filiación partidista. En los últimos años la población Hispano/Latina ha sufrido cambios importantes en cuanto a la identificación religiosa, registrándose una variación que puede ser significativa para la proyección de su comportamiento electoral, donde una amplia mayoría católica de 61% y 24% de protestantes se encontraban registrados como Demócratas en 2007, mientras un 50% y 22% respectivamente, se contaban en 2018. En el caso del Partido Republicano, en 2007, los católicos (44%) y protestantes (42%) se encontraban en una proporción equilibrada, mientras que, en 2018, la proporción de protestantes se mantuvo igual (42%), pero la identificación católica bajó a 35%, lo que podría interpretarse como señales de secularización entre la población Hispano/Latina, con el estancamiento del clúster Latino-Protestante-Republicano.
El escenario se hace aun más complejo en la Florida, porque el estado reúne una amplia muestra de todos los subgrupos de la categoría, en primer lugar, la comunidad puertorriqueña (Florida Central), seguida de la cubanoamericana (Miami), y demás grupos de Centro América, el Caribe y Sudamérica repartidos por toda la geografía del estado. El comportamiento tradicional históricamente registra el voto puertorriqueño favoreciendo al Partido Demócrata, mientras que el cubanoamericano ha sido disciplinadamente Republicano, sin embargo, la participación electoral no es similar. El elector puertorriqueño de reciente arribo (que hay que diferenciarlo entre el nacido en territorio estadounidense, del nacido y criado en la isla) está más influenciado por la historia de desconfianza de su propia experiencia en la isla, incidiendo sobre su determinación de votar, además de la diferencia político partidista de esa dinámica, mientras que el cubanoamericano está más comprometido y participa.
Esto no aspira a ser un tratado sobre el voto Latino en EE. UU., ni siquiera sobre la Florida, pero sí es un intento por exponer lo complejo que resulta descifrar su comportamiento en un escenario institucional, político y demográfico como este, donde las suposiciones que muchos se hacen, dentro y fuera de los EE. UU., generalmente pierden de vista los cruces entre las variables que hemos mencionado. Uno de los errores más frecuentes no es solamente asumir que el Latino se comporta como un bloque, sino, además, creer que los asuntos por los que vota están relacionados únicamente con su condición de inmigrante, pues no todos dentro del bloque lo son (puertorriqueños), o son segunda y tercera generación. En esta campaña hemos visto cómo se ha hecho del socialismo un tema de agitación, para no solamente energizar a la comunidad cubanoamericana, sino también arrastrar a los americanos de origen nicaragüense y venezolano, una estrategia que no funciona con los puertorriqueños, quienes representan alrededor de un tercio (31%) de la población Latina de la Florida.
Esta complejidad hace más difícil la conquista del voto Latino, porque requiere de un diseño diferenciado que solo es posible con abundantes recursos financieros. En esta temporada electoral, hemos visto estrategias que apuntan a la captura del voto Latino, por un lado, la campaña de Biden difundiendo mensajes en Miami, Orlando y Phoenix, con anuncios narrados en tres acentos: cubano, puertorriqueño y mexicano; mientras que por su parte, aun cuando la campaña de Trump emplea la misma estrategia, desde el grupo ‘Latinos For Trump’ hay desacuerdo con la estrategia diferenciada por subgrupos demográficos.
Lo cierto es que el voto Latino tendrá peso en estas elecciones en términos generales, y la Florida en particular, puede nuevamente ser el estado que decida quién gana la presidencia. Ambas campañas están invirtiendo recursos en su empeño de conquistar el voto Latino, pero no hay garantía de un resultado favorable si no identifican las motivaciones de los grupos a los que tratan de convencer, más allá de su rechazo o no al presidente.