Netflix acaba de estrenar su nueva producción original, The Trial of the Chicago Seven (El Juicio de los siete de Chicago). Basada en una historia real, la película del premiado director Aaron Sorkin, cuenta la historia de una protesta que debía haber sido pacífica en la Convención Nacional Demócrata de 1968, y que se convirtió en un violento enfrentamiento con la policía, lo que resultó en un juicio por conspiración y disturbios en contra de sus organizadores —inicialmente eran ocho acusados, pero uno de ellos, Bobby Sale, finalmente tuvo un juicio por separado—.
Con un elenco estelar que incluye nombres como Joseph Gordon-Levitt, Eddie Redmayne, Alex Sharp, Sacha Baron Cohen, Jeremy Strong y Yahya Abdul-Mateen II, la película utiliza una economía narrativa fácil de digerir y entretiene, pero obliga a la reflexión para describir lo que fue un circo mediático que duró seis meses y también un tremendo juicio político. El filme cuenta con un ritmo vertiginoso que mezcla con buen tino drama y humor, y un guion impecable que nos mantiene pegados a la televisión por dos horas.
Es el retrato de una época convulsa con la guerra de Vietnam por medio, pero con un mensaje que resuena justo en este momento por ciertas similitudes obvias: las turbulencias políticas y sociales como antesala de la época represiva de Nixon son un eco del discurso de la administración Trump, que etiqueta a las protestas de Black Lives Matter como un movimiento organizado (Antifa) para provocar rechazo popular y justificar la represión policial.
En conclusión, cine del bueno, del que divierte, pero también que eleva el espíritu.
¿Qué hubiera pasado si, en vez de proyectar Todos los hombres del Presidente, de Alan J Pakula, en 1976, la película se hubiera realizado y lanzado por televisión en 1972, cuando comenzó el escándalo Watergate? Desde luego que hubiera sacudido la opinión pública y acelerado mucho más la renuncia de Richard Nixon.
No esperemos mucho de esta producción de Netflix en ese sentido. El sentido común y el respeto a los valores democráticos en los años ‘60 no estaban contaminados con la toxicidad de las falsas noticias y el tribalismo ideológico que vemos en estos tiempos.
Pero si algo nos deja esta joya cinematográfica, que será de seguro candidata a los premios Oscar, es la convicción de que la protesta es un derecho y una necesidad que ha sido parte de la búsqueda de la libertad y la igualdad a lo largo de la historia.
Como escribió Albert Camus: “Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta.”