No hay situación política donde el miedo se utilice mejor que en aquellos gobiernos o partidos que tienen vocación totalitaria. Son los que siempre tienen un enemigo necesario: el imperialismo yanqui, el comunismo castrochavista, la invasión de los inmigrantes que nos quitan el empleo o el terrorismo islámico son algunos ejemplos típicos.
El miedo es una emoción básica, primaria, instintiva. Es un sentimiento universal que todos hemos sentido o vamos a sentir en algún momento, sea a la muerte, a fallar, al ridículo, a enfermar o a la soledad.
Y como sentimiento, el miedo ha sido ampliamente utilizado por las religiones y por la política para imponer su control sobre la gente.
El presidente Franklin Roosevelt afirmó que “la única cosa a la que debemos temer es al miedo mismo” y desde luego que fue preclaro en su opinión.
No hay situación política donde el miedo se utilice mejor que en aquellos gobiernos o partidos que tienen vocación totalitaria. Son los que siempre tienen un enemigo necesario: el imperialismo yanqui, el comunismo castrochavista, la invasión de los inmigrantes que nos quitan el empleo o el terrorismo islámico son algunos ejemplos típicos.
Lo curioso es que una gran mayoría responde instintivamente al miedo precisamente porque es una respuesta adaptativa a una posible amenaza que nos ha permitido sobrevivivr a los depredadores y a los desastres naturales a lo largo de nuestra historia natural. La mayor parte del miedo es aprendido y los temores se desarrollan por asociación según vamos haciéndonos mayores. Así, respondemos al miedo a quemarnos con mucha mayor rapidez e intensidad si hemos sobrevivido a un incendio. Cabría esperar que para una parte de la población norteamericana , esa que vivió la experiencia Macarthista de los años 50 y la Guerra Fría, el tópico del comunismo pudiera generar alarma. Sobretodo si no se han educado en lecturas y viajes acerca del tema. Las generaciones más jóvenes, mejor informadas y con acceso dependiente de la Internet, no ven ya el socialismo como una amenaza y reconocen que el comunismo es una utopía, distinguíendolo de los fracasados totalitarismos de izquierda de los últimos cien años.
Sin embargo, Gallup descubrió recientemente que el 39% de los estadounidenses tiene una opinión positiva del socialismo, en comparación con el 57% que tiene una opinión negativa. La encuesta más reciente de Pew Research mostró que el 55% tenía una opinión negativa del socialismo, y una encuesta de NBC News / Wall Street Journal reflejó una división del 19% positiva / 53% negativa. Otra encuesta de Monmouth encontró que el 57% de los estadounidenses cree que el socialismo no es compatible con los valores estadounidenses.
Estas visiones netamente negativas del socialismo parecen ser bastante estables. Gallup pidió a los estadounidenses que evaluaran el término cinco veces entre 2010 y 2019; las respuestas positivas se mantuvieron dentro de un rango estrecho de 35% a 39% durante el período de nueve años. Como era de esperar dada esta reacción netamente negativa al término “socialismo”, una pequeña mayoría de los estadounidenses (51%) dice que no votaría por una persona que de otra manera estaría bien calificada para presidente que es socialista, mientras que el 47% dice que haría.
Estas actitudes no han cambiado en los últimos cinco años.
Esto explica como a pesar de que el “fantasma socialista” se ha debilitado con la elección del tándem Biden/Harris (de historial más centrista que Sanders) el discurso del miedo al socialismo ha sido el tópico esperado de despegue de la campaña Trumpista. Un tema además que desvirtúa la atención de la malmanejada pandemia y de la actual crisis económica que se prolongará al no ofrecer planes ni medidas de contención.
La vieja división maquiavélica y el miedo al futuro son los recursos del momento.
La reacción de una parte importante de la población cubanoamericana es inmediata a un tema al que responden casi como un reflejo pavloviano por la fuerza de la costumbre.
Y la Florida es un estado que fluctúa en las elecciones presidenciales y ofrece una apetecible cantidad de votos electorales.
Sólo el sentido común podría salvar del miedo a estas personas fácilmente influenciables.
Confiemos en que así sea por el bien de todos y de la democracia.
Porque como lo describió Fassbinder : “el miedo devora el alma” .