No sé por qué Alpidio Alonso aún no ha renunciado.
O sí lo sé…, pero siempre es duro de admitir: porque al periodista a quien el ministro le dio el manotazo no se le puede dar “ni un tantico así…”. Cualquier otro país occidental habría recompensado al agresor con el fin de su carrera política, porque los funcionarios públicos no pueden, en pos de milenios de civilización, ir dando sopapos a los ciudadanos.
Sin embargo, hay una larga cola de otros ciudadanos que sí apoyan a Alpidio, apoyan al gobierno, el socialismo y a toda la escenografía ideológica, y están dispuestos a vivir en un país en el que el ministro, nada menos que de cultura, considera buena idea arrebatarle por su iniciativa un teléfono a un periodista. Parece que esta gente también está de acuerdo con los actos de repudio, las detenciones arbitrarias, los castigos por expresar la consciencia y hasta con la prisión política, porque eso es realmente lo que se merecen los “mercenarios”, y nada menos… Todo es válido, los despidos, las exclusiones, las detenciones domiciliarias y los asesinatos de reputación. Al enemigo “ni un tantico así”.
Y entonces aparece la otra cara de la crueldad…, pero esta vez rebozada en salsa de Barbecue y suscrito a los canales de youtube. “El único bloqueo es el que tiene el gobierno cubano sobre su propio pueblo…”, afirman. Omiten que un recién nacido en Cuba, ya tiene prohibido por los Estados Unidos realizar transacciones monetarias con nadie en la capital financiera del mundo; ni abrir una cuenta de banco, si acaso quiere iniciarse en el capitalismo y abrir un negocio; ni contratar servicios digitales, donde estos servicios son los más competitivos del mundo. Podría continuar por cientos de páginas…
Y aún no estaría incluyendo las presiones para que las familias no se encuentren, no vengan, no vayan, no se envíen dinero, que sacrifiquen a los suyos, que se alegren cuando se hace imposible entrar un barco de combustible a Cuba, impedido precisamente por las sanciones, y que entonces sus familiares, vecinos y amigos tengan que enfrentar la realidad “liberadora” del apagón.
Esta crueldad de ambos lados tiene que buscar la manera de desconflictivizar, mientras aún no llegan a un acuerdo político. La guerra civil entre los cubanos tiene que comenzar a visualizar más firmemente su componente humanitario y ambas partes deben ser capaces de mirar a los otros.
A los activistas que piden en USA por el levantamiento del Embargo, porque este afecta ciertamente y con crueldad a la familia cubana, también deberían pedir el levantamiento de las limitaciones a entrar y salir fuera de Cuba por consideraciones políticas, porque también esto afecta a la familia cubana. Coherencia.
La polarización que alimentan y promueven ambos lados, es tremendamente efectiva: si no eres parte de un bando, tienes que aguantar golpes de ambos ejércitos y, además, vagar sin aliados poderosos. Si estás en el centro, lo estás por tu propia cuenta. Y esto provoca que la gente deje de pensar en “principios” y únicamente en el daño que sufren los seres humanos, en su lugar, todo agravio está justificado si conforma el plan de juego del equipo en el que participas. Adquirimos ceguera selectiva para nuestra propia crueldad.
Es imprescindible poder admitir y reconocer los castigos que nos imponemos unos a otros, romper los paradigmas ideológicos que los justifican y mirar nuevamente al bienestar elemental del cubano y de su familia, como única guía de conducta.
Hay que dar absoluta oportunidad, pero a la bondad entre cubanos.