La Huelga en San Isidro ¿Quién contó la mejor historia?

Un grupo de jóvenes contestatarios, cercados por la policía y dispuestos a emprender una huelga de hambre y sed para reclamar por su libertad de expresión y porque uno de los integrantes de su grupo, encarcelado y enjuiciado sumariamente días antes, fuera puesto de manera inmediata en libertad. Entre sus peripecias, está el reencuentro con un amigo que arribó desde otro país, renunciando a sus privilegios de emigrado, para sumarse a los huelguistas; la transmisión en vivo cuando alguien rompía la puerta delantera a puros hachazos, tan estridentes y absurdos como aquel clásico “El Resplandor”; así como la amenaza de funcionarios de salud pública, vestidos con todo rigor epidemiológico, de que pueden haber estado expuestos a una enfermedad letal. Si lo acontecido en Damas 955, vivienda de Luis Manuel Otero Alcántara y sede del Movimiento San Isidro, fuera el candidato de un concurso de guión para Hollywood, difícilmente habría tenido competidor.

No estoy sugiriendo que nada de lo sucedido en esa vivienda haya sido una ficción, sino que los acontecimientos se precipitaron de tal forma, y con tanta fuerza melodramática, que tuvo el potencial para mantener en vilo a miles de cubanos en todos lados. Por su parte, la narrativa del régimen cubano de David contra el Goliat, la isla que se enfrenta al imperio, la ciudad sitiada que debe tomar medidas extraordinarias, fue superada en romanticismo por la fragilidad y determinación de este grupo, increíblemente diverso de activistas, acomodados en el suelo de una vivienda destartalada y pobre, rodeados por las fuerzas del orden. ¿Quién puede mantenerse impávido ante semejante situación?

Los medios oficiales presentaron el acontecimiento como un “show”, orquestado desde los Estados Unidos, pero… cómo puede compararse el efecto de escuchar a un presentador de televisión, en traje e iluminación profesionales, de quien se presume que disfruta de privilegios, esos mismos que probablemente disfruta algún funcionario que también hace declaraciones al respecto…, cuando observamos a los jóvenes descamisados, sin nada que ostentar, en retiro al único espacio de comunidad y autonomía que les quedaba, transmitiendo en vivo con un creíble tono de angustia, emergencia e inmolación, aspirando a que les dejen hablar y expresarse. 

El régimen pudo anotarse algunos puntos, al menos entre la gente que vive en la isla y probablemente entre estadistas internacionales. El video donde Denis Solis afirma que su presidente es Trump y la posterior grabación donde confiesa haber recibido dinero para colocar “coronas” (lo cual implica la posibilidad de una “bomba”), tuvo efecto ante la audiencia, según me comentaron personas que viven en la isla. Los defensores de Denis, por su parte, excusan su marginalidad y su apego a la figura de Trump, con la propia ausencia de oportunidades que brinda el sistema, así como atribuyen su confesión a las presiones que puede haber sufrido en un sistema de poder único, que lo enjuició sumariamente. No obstante, cualquier mensaje relacionado con Demis Solís, se mostró incapaz de afectar la narrativa de los activistas contestatarios sitiados en una barriada pobre de La Habana. ¿Será cómo aquella película “Clandestinos”, con la que muchos crecimos, viendo a esos jóvenes revolucionarios sitiados en una vivienda de La Víbora? 

El clímax de la situación fue igualmente terrible, cuando los huelguistas y los demás miembros del grupo fueron desalojados de la vivienda y dispersos, con custodia personalizada, por toda la ciudad. Las autoridades incluso desactivaron las redes sociales en el país para realizar el operativo. En la oscuridad informacional, diversos medios alternativos contaron que se los habían llevado “a golpes” del lugar. Al día siguiente, aunque se reportaron algunos “empujones”, en realidad no parece que haya existido mayor violencia, que la de hacerlos desistir forzosamente de sus propósitos y separarlos unos de otros.

El poder de convocatoria y la fuerza emocional de lo sucedido fue tal, que al día siguiente cientos de personas se reunieron frente al Ministerio de Cultura de Cuba a exigir un mejor trato para los artistas independientes y que fuera admitida la libertad de expresión, para quienes piensan diferente a la ideología oficial. Esta manifestación concluyó en horas de la madrugada, después que un grupo de alrededor de 30 personas emergiera del Ministerio de Cultura, leyendo una serie de acuerdos tomados con las autoridades ministeriales, entre ellos, que cesaría el acoso a los “proyectos independientes”.

A la mañana siguiente de la negociación, Omara Ruiz Urquiola, una de las personas que fue desalojada de la vivienda de San Isidro, realizó una transmisión en vivo acusando directamente a varios de los que dialogaron con las autoridades de cultura como “pactistas del zanjón”. Esto puede haber sido visto como una forma egoísta de reclamar protagonismo, para quienes estuvieron en la huelga y provocaron el momento, así como alguna que otra rencilla personal, o incluso una intransigencia, hay quien lo ha llamado un “suicidio político”. Yo creo que Omara estaba yendo un poco más allá, en la mejor forma que articuló después de días intensos. Debe haber creído que esa acción iniciada en San Isidro, por un grupo donde lo mismo había intelectuales, que marginales, establecía un tono diverso y popular, para hacerle reclamos al poder; mientras que el diálogo acontecido en el Ministerio de Cultura, se parecía más a los episodios de conversaciones entre intelectuales y el gobierno, que cada década tenía su iteración propia y que nunca habían conducido a nada significativo. El video de Omara, intentaba ser una forma de rescatar el momento creado, para que no se convirtiera en un tipo de diálogo que el gobierno cubano tiene vasta experiencia en volver irrelevantes.

Por el momento, los activistas de San Isidro se encuentran, varios de ellos, aún con custodia policial y algunos incluso no han sido liberados. Luis Manuel Otero Alcántara no ha podido regresar a su casa, en Damas 955. Está por ver qué otras repercusiones tendrá lo acontecido, si alguna otra, pero lo cierto es que por esta vez, la narrativa de quienes se enfrentan al poder y en el nuevo mundo de las redes sociales, parece haber alcanzado una intensidad sin precedentes, punzando la apatía política que había sido mayoritaria entre los críticos dentro de la isla. Alrededor del mundo, los huelguistas recibieron significativas muestras de apoyo. Veremos a partir de ahora, quién consigue articular la mejor historia, pero no parece que la fórmula tradicional de “mercenarios” y “apátridas”, haya logrado por esta vez contener a quienes piensan distinto.

 

(correción: este texto se mostró inicialmente como un editorial, ha sido cambiado para identificar el único autor)

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